La dejé ir… nunca estuvo aquí.

por fernandobenavides

En mutuo acuerdo deslizamos gotas de vino por kilómetros de distancia, recorriendo montañas, miradas, campos y minutos de pasos profundos.

De aquí hasta donde hace frío, hasta allá llegó el tinto que se mezcló con café; ese que en algún momento se convirtió en tibia sangre que casi se pudo palpar.

Construimos castillos de letras, todos de figuras peligrosas y osadas de acentos, a una coma de caerse en pedazos y desgarrarse en desilusiones, pero encontramos complicidad y llegamos a erguir horas de momentos certeros.

Con la tinta lejana se alimentó la fogata que nos mantuvo despiertos, casi abrazando los alientos, casi desnudando las verdades. Casi cercanos tan lejanos.

En algún punto ella se deshizo en los vivos rojos de las brazas que se confundieron con el rubor de sus mejillas y yo me aferré al lunar de su piel que recordaré en el final de mis días y me juzgará por mis pensamientos más profundos.
La oscuridad calló en su cabello negro y nunca jamas volvió a amanecer.
Sus manos se acercaban en palabras para mis primeras caricias y se desvanecían con el canto del viento y sus labios se abrían en brevedad invitándome a tentarlos y se cerraban en la imaginación de mis debilidades.
Y sus ojos impedían arrastrar la mirada a la distracción de mi soledad y su escote selló el destino de mi curiosidad.

Así pasó la noche y se escribieron respuestas arriesgadas provocadas por las preguntas culpables de levantar la tentación de un encuentro a mitad del camino, justo en el punto dónde las luciérnagas señalan el momento de una muerte decidida, aceptada, una muerte llena de ansiedades.

Quizá llegará la noche en la que las palabras cobren el precio de haberlas soltado en la irresponsabilidad de un deseo. Quizá esa noche nunca llegue o quizá esa noche siempre haya estado ahí, esperando que cuatro manos se entrelazaran en el dolor de sus madrugadas.

Un día, cuando se escarben las remembranzas, el recuerdo saldrá y quemará la conciencia advirtiendo que nunca se tocaron las palabras en viva voz.

Un día, las palabras llegarán.