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Habíamos quedado en vernos, escapar juntos a un pueblo perdido y sin nombre donde nos encontraríamos en un mes perdido, ese era el trato, caminar bajo el brazo de la noche como haciendo que nos conocíamos de años atrás, escuchando cada acento de nuestras intenciones para recordarlo después, en la madrugada.

El plan era andar sobre un camino empedrado que nos llevaría a una pequeña capilla en la que doblaríamos a la izquierda para sentarnos en una banqueta alta y desconocida y ahí, tomarnos de la mano, nada más.

Era buscar una posada para hospedarnos y quedarnos callados cuando nos asignaran una habitación de una sola cama, aguantando el tiempo en las miradas, diciendo que sí, sin mirarnos aun a los ojos, como apenados que esa noche la pasáramos juntos, con ganas meternos bajo el mundo de las sabanas.

Era despertar y buscar en cada esquina el viento que alzara tu falda y sonreír mientras batallabas con ella.

Era verte hasta el cansancio y saberte en el inicio.

Era besar tus mejillas y tomar tus sorpresas.

Era un buen plan que después pensamos en hacer realidad y entonces… entonces nos pusimos a esperar.