Carta 2: 14 de Febrero, El jardín
por fernandobenavides
Nos decidimos por terminar.
La visión del futuro se alejó, sin regreso. Los sonidos fueron silencio.
Después de ver todo aquello que había quedado después del pelito decidimos separarnos. Yo hubiera podido ser tú y ella alguien más, todos cometemos las mismas equivocaciones, creyendo que son únicas, pero no los son, todos cometemos los mismos errores, hilvanados a mano, con la llegada del invierno.
Me da tristeza, claro, saberme muerto ahora, porque no quise vivir. Ella también murió, aunque digan que está por ahí, que incluso parece estar viva.
Luego pasaron los años, no nos volvimos a ver, el jamás se cumplió, nos llegó la hora de no tener fuerza, de caer en el olvido. No nos volvimos a encontrar y evitamos pensar en nosotros, como si hubiéramos sido lo peor que le pasó uno al otro, o quizá me lamento más por ser sólo un recuerdo, no haber viajado a Irlanda ni ver los campos verdes, los acantilados que son bañados con la constante lluvia, ni haber envejecido junto a ella; quizá ahora, separados, uno se lamenta por no haber construido ni andado el sendero, o quizá esté orgulloso al haber escapado de su lado, evitar que la arena del desierto llegara a nuestra puerta, quizá no fue tan malo haber huido sin haberlo intentado.
Sé que ella después se doctoró, viajó sola y luego acompañada, qué nos olvidamos con un éxito mediocre y guardamos canciones, cartas y los poemas de Tranströmer, sé que todo terminó y en donde estaba la relación ahora hay un jardín bardado de piedras blancas, en el que está prohibido pasar.
Sé que ella también abandonó Berlin.