A la mierda todo
por fernandobenavides
– Un whisky con mineral, por favor.
Alonso estaba en un bar, había poca gente, el mesero podía atender bien a todos y en la barra el movimiento era más bien holgado. El cantinero tomó el vaso en fila, era un vaso chato, grueso, un vaso pensado para el whisky, luego agarró la botella de Johnny Walker rojo y sirvió el tanto, lo acompañó con hielos, después sirvió el agua mineral. Lo puso frente a Alonso.
– Otro whisky, por favor -le dijo al mesero al terminar la primer bebida.
– ¿Otro igual? -preguntó el mesero cuando terminó el segundo vaso. Así le sirvió dos más. En el fondo, empotrado en la pared, había un televisor viejo en el que transmitían un partido de béisbol, la luz del lugar era escasa, la barra era de madera con una linea dorada abrazando su circunferencia.
– A la mierda todo, -dijo Alonso -a la mierda.
El cantinero se acercó, sirvió otro whisky y preguntó: -¿A la mierda todo?
– Sí, a la mierda, a la mierda con lo que pasa, con lo que me rodea, todo merece irse a la mierda.
– Bueno, hay veces que algunas cosas merecen irse a la mierda -dijo el mesero, -no creo que todo merezca eso, vaya, la mierda no es un lugar para todos, es casi para todos, pero algunas cosas no entran ahí.
– En mi caso sí, en mi caso todo se va a la mierda, que se vaya, todo lo que me pasa se va a la mierda, ya dije.
– Bueno, supongo que hay casos, como el suyo, en que todo tiene que irse a la mierda.
– Claro, -tomó el último sorbo y le indicó al mesero alzando el vaso que quería un trago más. -En mi caso nada vale, por eso vengo aquí; vengo, confieso, lo decido y cuando salga todo se va a la mierda.
– Bien, -dijo el mesero agregando la mineral al whisky. Dejó el vaso y sirvió otras bebidas que habían pedido en la mesa del fondo, donde estaba una mujer con un tipo que vestía un traje viejo, el hombre era gordo, un poco calvo. La pareja estaba platicando. Él se acercaba cada vez más a ella, ella reía y se alejaba o acercaba, según fuera el momento, no pareció molestarse cuando el sujeto puso la mano en su rodilla. En el televisor sonó el golpe de la pelota con el bate, era un home run.
Después de un rato el mesero acercó un plato con cacahuates a Alonso, Alonso tomó dos de ellos y los llevó a su boca, después, hablando casi al interior del vaso repitió: -A la mierda todo, todo.
El lugar estaba tranquilo, el cantinero se sirvió un trago y preguntó: -¿Qué se va a la mierda?
– Todo, respondió Alonso.
– ¿Cómo qué?
– Bueno, por ejemplo el trabajo, lo mando a la mierda y listo, se acabaron las responsabilidades y se acabó el pendejo de mi jefe, ya no lo tendría que aguantar. Alguien tomará mi lugar, no tardarán mucho en encontrarlo, entonces esa persona tomaría mi puesto. No es un trabajo difícil, hay que darle seguimiento a algunos envíos, a veces hacer unas llamadas, la paga no es mala y da tiempo suficiente para ir al cine o venir a la cantina, las vacaciones pagadas y está lo del seguro. Supón que el trabajo no es malo, supón que no vale la pena mandarlo a la mierda, pero lo demás sí.
El mesero estaba frente a él, dio otro trago a su bebida, la de Alonso estaba a la mitad.
– Y está la hipoteca, esa estúpida hipoteca, casi vivo para pagarla, se traga todo mi dinero, casi no se puede ahorrar y si hay algún atraso vienen los intereses, aún no llegan esas molestas llamadas que hacen cuando te atrasas demasiado, pero me han dicho que son lo peor, que hablan a cualquier hora, no quiero ni pensar en eso, a la mierda la hipoteca, no voy a dejar que me despierten a las 6 de la mañana, no señor, a la mierda, antes de que intenten localizarme ya estaré fuera del país, me largo a Honduras, dicen que las rentas son más baratas allá y la comida es buena, mejor que la de aquí. Claro, la casa no es fea, tampoco es pequeña, mejor que un departamento, y es nuestra, pero a la mierda, llevamos pagada poco más de la mitad de la maldita hipoteca, se ha trabajado mucho para tenerla, es un buen lugar, la zona no es mala, caben dos autos en el garaje y tiene un cuarto en el patio trasero en el que se puede acomodar herramienta y la aspiradora… no lo merecen, esos imbéciles que hacen las llamadas, a ellos me refiero, no lo valen, no les voy a dar el gusto de que me llamen y se burlen de mi, la hipoteca es una mierda, claro, se puede seguir pagando, da igual si no mando a la mierda la casa, pocas cosas valen la pena quedárselas, como la casa, todo lo demás, escúchame bien, a la mierda.
– Es cierto, -dijo el mesero, -la verdad es como oro liquido, todo mundo lo reconoce.
– ¿Sabes quién se va a la mierda también? Mi mujer, a la mierda, ya no la soporto, siempre los mismos reproches, siempre los mismos gastos, a la mierda ella y todos sus reproches ¿ya lo dije? bien, a la mierda, no la aguanto, tantos años de casado para que me tenga de su idiota, trabajando para sus caprichos, y verla todos los días, ¡carajo! la mujer no es fea, es guapa, la veo y es guapa, pero a la mierda, no voy a soportar sus reproches, no son tantos, pero cuando reprocha lo hace como si fuera el peor hombre del mundo, y no lo soy -volvió a alzar el vaso, el mesero comenzó a servirle un trago más. -Creía que me tenía amarrado, pero le voy a demostrar que no, que ella es la primera en irse a la mierda, junto con su familia, todo el paquete enviado a la república soberana de la mierda, boletos para todos, yo los pago, ¡horda de burros! El hermano es simpático, buen tipo, podría hablarle y vendría, ya verás, es un buen tipo, quizá a él no lo envíe a la mierda, ni a las hermanas, buenas personas las gordas esas, una buena familia, merecen el perdón, no hay por qué enviarlos a la mierda, pero si lo merecieran, te juro que no dudaría, no soy de los que dudan, los mandaría directamente a la mierda, ¿me escuchas? a la mierda; yo mando a la mierda a todo el que se lo haya ganado, aunque mi mujer me pida de rodillas que no los envíe a la mierda, no señor, no soy el rey de los caprichos, yo no consiento antojos, ella es buena, pero no es suficiente, buena mujer, sí, pero no cedería, es cierto que desde hace muchos años estamos juntos, buena mujer, ya no hay como ella, estoy consciente de eso, ahora todas andan bajándose los calzones por unas cervezas tibias, no todas, mi mujer no es de esas, ella sabe cómo apoyar, cuando me quedé sin trabajo y me ayudó, buena mujer, guapa ¿sabes? siempre conmigo, así es ella, una entre mil, fina la hembra, sabe llevar la casa, si señor, sabe cómo hacerlo, no hay reproche que no valga todo lo que hemos hecho juntos, ni a ella ni a su familia hay que mandarlos a la mierda, pocas personas como ellos… mi mujer, podría hablarle y vendría, sabe cómo hacer las cosas, por eso no la mando a la mierda, pero todo lo demás sí, a la mierda todo.
– Claro, -dijo el mesero -a la mierda todo.
-¿Sabes qué no se va a la mierda?
– ¿Qué?
– El gato, ese no se va a la mierda, todo lo demás, a la mierda, escúchame bien, a la mierda.
– ¿Como todo?
– Exacto, como todo.
De pronto un cliente se levantó emocionado de la silla, en la televisión habían conectado otro home run.