Sin conocer al sol

por fernandobenavides

Ignoro si el sol sea el mismo año tras año,
o le cambie el caracter conforme a la vejez,
la temperatura;
y sería tonto preguntarle,
pararse en medio del jardín y preguntarle
mientras los camiones pasan por la calle
llevando a unas personas y trayendo a otras.

Pero bajo él
pasa el tiempo:
ya no vivo en el mismo lugar,
ni hay una mujer tranquila en mi cama,
el frío parece ser distinto,
aunque tal vez sea igual.

Parece obligado un recuento a fin de año,
o en marzo u octubre;
toda la gente lo hace,
y en ocasiones no tiene sentido,
pero sigo siendo gente (o intento),
así que voy por la calle,
con las manos en los bolsillos,
hace frío,
y la hierva de un baldío se mueve
por algunas ratas que parecen pelear
por un pedazo de pan;
el transporte cada vez es más caro,
la gente tiene rostro de tristeza,
aunque algunas llevan regalos para el árbol,
otras van tomadas de la mano
y algún borracho vomita en el andén,
hacemos como si no existiera,
aunque él hombre exista y nos incomode,
y no lo pueda olvidar el resto del camino.
Quizá así seamos algunos,
y quieran olvidarnos
pero no lo logren
y les incomodemos.
Todos incomodamos a alguien.

Ignoro si el sol cambia de humor
o si es el mismo,
ignoro si calienta igual a todos,
o si para algunos es inalcanzable;
en Helsinki es inalcanzable,
pero parecen ser felices
y el mundo es grande
y millones de personas pisan la tierra,
pero muchos nos encontramos solos,
viendo a los que llevan regalos,
los que toman un avión,
los que han encontrado el amor,
los que buscan tras el trigo,
como nosotros hacemos cada día,
tras la puerta de la pequeña casa,
tras la puerta de la gran casa en Satélite,
bajo la almohada por si hay una carta de despedida,
pero no la hay,
y miramos al techo,
vemos figuras y las figuras se despiden,
y yo ignoro si el sol sea el mismo año tras año.