Bares de categoría

por fernandobenavides

Cuando voy a un bar,
un bar de cierta categoría,
de esos en los que la música no dice nada
y las bebidas son malas
y caras,
no me fijo en los asistentes
(a los que quizá envidie)
sino en la gente
que no pertenece
e intentan sacar algo de ahí;
como el señor que vende figuras de peluche,
o rosas,
el que ofrece discos,
y sin tomar una copa
está más perdido que los bebidos,
y quiere salir de ahí.

Las mujeres por lo general son hermosas,
muy hermosas,
y visten buena ropa,
el cabello llega hasta sus hombros
como si hubieran nacido así de bellas;
se acercan el vaso a los labios,
y mojan la orilla
mientras sus acompañantes
aparentan platicar
cosas interesantes.

Lo mismo me pasa con las construcciones
de los negocios que no funcionan,
y llegan otros a tirar las paredes
con mazos y picos
para poner otras paredes;
me llega un pesar
al ver que lo que estaba
no funcionó,
no me gusta ver
cómo las ideas aquellas
se caen,
destruidas por los mazos;
siento nostalgia por el derrumbe
de esos vidrios
y paredes
cuando los veo cambiar.

Luego sigo caminando
sabiendo que no tendré
a las mujeres
de los bares de categoría,
con sus lindos lentes
y pantalones ajustados,
usando dulce perfume
y ropa interior costosa.

Sigo caminando,
esperando ver
alguna construcción
que no haya caído
y me devuelva la poca fe
en las personas,
y que el mundo no se vuelva un bar de categoría
al que no pueda entrar.