Están salvando al mundo

por fernandobenavides

Me parece que fue un sábado cuando conocí a una chica de labios rojos
y cabello negro, no muy largo;
no pensaba que sería tan guapa, pero lo era.
Tenía una cintura pequeña y piernas hermosas,
largas,
además, su escote era una cascada de pensamientos obscenos.
Estuvimos bajo el sol y las nubes habían desaparecido,
incluso la ciudad parecía un poco abandonada.
No recuerdo el momento, pero de pronto estábamos besándonos.
Sus besos eran justo como ella:
grandes y provocativos.
Bebimos cerveza, ella usaba una blusa blanca
y había algo que no podía dejar de ver,
un lunar clavado en su pecho,
tan encerrado que parecía rogar ser rescatado en cada botella de cerveza que vaciábamos.
Quizá yo no era tan agraciado,
pero al menos en ese momento a ella no le importó
y seguimos besándonos.

Comenzamos viendo algunos edificios desde la cima de una sala,
el sur estaba frente a nosotros
y terminé por desarroparla poco a poco
hasta liberar aquel lunar tan privado de su voluntad;
yo lo liberé.
Aquel fue un juicio justo,
necesario.

Necesitábamos comer algo así que fuimos a ello,
en el lugar pedí otra cerveza y ella un refresco,
aquello estaba comenzando a terminar;
hablamos durante la comida,
pero nos habíamos entendido mejor sin ropa,
ya era diferente lo que hacíamos,
ya no estábamos buscando coincidencias.
Pronto nos despedimos,
ella buscando un camino
y yo buscando quedarme en donde mismo.

Nos llamamos en algunas ocasiones,
pero no logramos concretar nada,
había mucha distancia entre nosotros.
El lunar se fue con ella,
aunque libre.

Uno o dos meses después
me pregunté qué se había hecho aquella mujer
de labios rojos y piernas largas
que había dejado ir sin dudar.

Supe que ya estaba saliendo con alguien,
alguna coincidencia extraordinaria le había ocurrido
y ahora estaba feliz con aquella oportunidad;
yo estaba sangrando,
solo, frente a los edificios, una vez más.
No pude mas que alegrarme,
ver a dos personas en mutuo entendimiento
siempre es una buena razón para estar tranquilo.

Uno tiene que saber
que aquello de ser novios
no es para todos,
no lo es para mi,
pero aquellos que lo logran
están salvando al mundo,
se ruegan no abandonarse,
se firman tratados en la piel,
y eso es bueno;
hacen el trabajo de nosotros, los egoístas.
Está bien que haya salvadores,
y se levanten más de una mañana juntos.