10,000 millas, 100 lenguas
por fernandobenavides
Perderse es fácil,
mantenerse perdido no tanto;
hay que ser muy necio,
o muy tonto,
o estar adquiriendo la seguridad de 10,000 millas
para quedarse aquí,
y tener el hígado de un toro bien criado
para soportar la partida de todos,
y ver la llegada de los botes
repleta de nuevos perdedores,
que quieren quedarse aquí,
o cayeron por alguna razón,
y pronto se irán
con una Mariantonieta
enmarcando su batalla interior
y su respectivo triunfo temporal.
Uno es el fiel imitador de la soledad
y el que primero abandonó a dios,
el que no perdió nunca el control,
y nunca quiso devolver la luz de salida
ni el faro de la desesperación.
Se gastan lápices completos
y súplicas,
se agotan los engaños propios
Y las 100 lenguas que se han de hablar.
Se deja de escuchar,
te dejan de escuchar,
la espalda rota pierde la memoria,
y vuelve a continuar.
Ojalá hubiera más colores en la noche,
ojalá hubiera perdón;
pero me quedo a consolar,
porque no encontré a nadie más aquí.
Es posible que la gente se marche,
al renunciar al abandono
y seguir adelante
a las 2 de la mañana.