Aires fríos de nuevo año

por fernandobenavides

El 2020 tiene apenas unas horas de iniciado;
y yo un par de días con 41 años.

La luz, el sonido y la sensación de un lugar lejos de casa
llega como presente de año nuevo.

Lo primero que escribí
(digamos como obra original)
fue a mis 6 años:
una plegaria a Dios para que el mundo se mantuviera en su lugar
y no colapsasen las paredes.
Es decir que al primero que le escribí fue a Dios y lo que siguió fue al Diablo.

Desde entonces me mantuve con esa actividad,
(aunque de manera insistente desde los 13 años)
quedándose esos trabajos en hojas de resguardo;
después dejé de hacerlo de esa forma poseída con la que los adolescentes hacen todo lo que está en sus manos.
Tuve la intención de escribir un libro de fantasía que se quedó en las primeras páginas
y relajé la disciplina sin abandonarla.

Comencé a escribir algunos guiones, no muchos,
y alguna que otra necesidad de poesía, supongo que mala.

Y así es como llegué a la época en la que di a conocer lo que escribía,
más por necesidad que por placer (una escritora no entregó su trabajo y entré al quite)
y desde entonces mis secretos han sido públicos;
de eso hace 10 años justamente,
lo cual significa que este 2020 cumplo 10 años de escribir públicamente y 35 de hacerlo en privado.

Ahora me siento y lo hago de nuevo;
últimamente se ha alejado de mi esa hermosa ola de inspiración de escribir sobre desgracias, mujeres y alcohol que tanto disfruté,
ese camino que tanta satisfacción me dio se ha vuelto en alguna forma resplandeciente,
y no encuentro recovecos de oscuridad para escribir sobre los abismos
(o al menos de manera constante),
y aunque extraño los rompimientos del alma, también tengo necesidad de encontrar cierto aire nunca respirado,
un aire frío que corte la cara
y congele los pulmones al respirar;
es como si necesitara un color blanco que queme
tanto como aquella oscuridad que me calentaba.

Por eso escribo esto,
alejado del estilo que usé por años;
un campo de letras formadas amorfas
que en algún momento encontrará su desfile.

No hay metáforas universales aquí (lo siento por ustedes, mi compañía),
no hay recuerdos de carreteras
o de sentimientos de whisky acompañados de soledad,
pero era necesario escribir así;
como confesión de una mañana
tan primera del año
como fría de enero,
y saber que lo siguiente será escribir algo que busca desde ahora su titulo de propiedad en forma,
alejado del consuelo del estilo que tanto seguí.

No sé a dónde lleva el camino,
sólo sé que no puedo seguir con la forma anterior;
y eso da tremendo pavor;
pero tampoco uno puede mantenerse por siempre
a la orilla de la muerte
sin morir del todo
y aspirar a respirar de nuevo.