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Los escritos de Fernando Benavides

Categoría: pensamiento

No fuimos rebeldes virtuosos

Ha pasado el tiempo,
ya no tenemos esa energia,
por más que la busquemos,
de hacer todo de la nada.

Ya no tenemos el fuego indomable
que mantenía iluminanda la noche
y nos daba calor
en el abandono.

Tenemos mas edad de la que planeabamos llegar,
y nos hemos fallado;
hemos hecho algunas cosas bien,
algunas pocas.

Hemos recorrido caminos,
y nos hemos perdido,
y nos hemos enamorado,
y hecho pedazos
muchas veces.

No logramos lo que queríamos
en el tiempo en que queríamos;
las cosas cambiaron
y hay otros tras la espalda
intentando nuestros deseos.

No tenemos corta edad,
hay más miedos que emociones;
estamos entrando a la vida tarde;
hasta el alcohol no es lo mismo.

Ya no quebramos el mundo,
lo intentamos
sin lograrlo
y seguimos vivos.

No somos aquellos jóvenes
que tanto queríamos vivir;
no fuimos rebeldes virtuosos;
y ahora
sólo nos queda
ser sabios.

Las mujeres siempre usan la navaja

He tenido fiestas que terminan en tragedia,
a veces
las tragedias aparecen como personales,
o tragedias para todos;
algunas veces casi ha muerto alguien
y otras lo ha hecho;
algunas veces casi ha muerto una parte de mi
y otras lo ha hecho.

He tenido fiestas,
la mayoría,
en las que me detengo al centro
y no sé qué estoy haciendo allí,
y encuentro que ese lugar
no es mi lugar.

He caminado en las madrugadas
y muchas veces las chicas me han dejado
para irse en ese momento
con algún hombre
o con alguna otra mujer,
y piensan que haciendo eso
reúnen fuerza
y los hace mejores.
No los hace mejores.

Esas son el tipo de cosas
que me oprimen en la noche
y me hacen servir un whisky
y lo saboreo
mientras saboreo la derrota.

Entonces dejo el amor propio,
el orgullo,
y los buenos momentos
que siempre son fugaces,
y escribo
y acepto que me han hecho trizas
las mujeres que mas he amado;
justo ellas,
las que he cuidado
y he mantenido
cerca del corazón
y les he dado la navaja
que terminan usando
tarde o temprano.

Después del abandono,
después de haberlas visto
besando a alguien,
recuerdo su espalda
mientras la oscuridad las abraza,
y el aliento se va,
y ellas ganan;
luego comienza a quemar algo dentro
y sé que todo terminó
y en casa me esperará la noche,
y el whisky,
y ese momento
tan derrotado
es solo mio
y siempre lo será.

Tontos

Hacen falta tontos de verdad
que crean en las cosas que pueden pasar,
y que todo se puede lograr;
en una mujer que puedan amar.

Hacen falta tontos que vayan el frente
y abran el pecho
a la primera bala
de la traición
o del desprecio.

Así nos vemos unos a otros,
y no tenemos certeza de regresar,
avanzamos,
mirando al lado izquierdo vacío de mujeres
y al derecho de la esperanza.

Teníamos algo inquietante
y algo de placer,
muy poco;
teníamos
el recuerdo que nos dejó intentar.

Hacen falta tontos de verdad,
que crean que las cosas se puedan librar;
es necesario que uno de nosotros logré,
y los demás
puedan continuar.

Cómo ver a una mujer

Tienes que hacer tres cosas en la vida:

Ver a una mujer como si fuera la primera vez
Ver a una mujer como si fuera la última vez
Verla de lejos aun cuando estés cerca.

Verás a una mujer por primera vez la primera vez,
y te asombrará
y verás en sus ojos el día
y la noche que no terminará;
la sonrisa es importante,
quizá lo más importante,
y los hombros en los que lleva todas las tormentas
y todos los sentimientos que no sabe que existen sobre ella.
Espera a que llegue esa mujer y observa sus manos,
su asombro
y lo que dice sin decir.

Después, claro, puedes seguir con ella
sólo si ella quiere,
pues ellas siempre deciden
y nosotros disfrutamos el engaño del poder
cuando nunca tuvimos oportunidad.

Vela como si fuera la última vez
como si al día siguiente tuvieras que zarpar en un barco al resto del mundo
y a mitad del mar naufragaras
con un último recuerdo.
Mírala con desesperación todos los días,
al punto de la violencia interna,
esa que te permite abrir más los ojos
y quedar inóspito en el momento.

Algunos hombres tienen la suerte
de estar años con una mujer
y eso parece funcionar;
pero también puedes tener un solo día;
entonces obsérvala como si no estuvieras con ella,
como si estuvieras invadiendo su intimidad
y siguiendo sus pasos por la calle de una ciudad
a la distancia,
mientras compra flores y plantas en el camino
o se detiene a observar el cielo frío
que llegará dos meses después.

Obsérvala por vez primera y acuérdate de ello
y trata de retener ese tren de imágenes.
Obsérvala pensando que mañana no la volverás a ver;
quizá no lo hagas.
Obsérvala como si fueras lejano aun cuando la hayas tenido desnuda la noche anterior.

Nada de ello te permitirá retenerla
pues ellas son momentos
y lo único bueno que ocurrirá,
aun cuando te ignoren,
se alejen
y te alejen.

Obsérvalas
un momento
antes que se vayan
y te hagan trizas,
porque lo harán,
pero vale la pena
verlas una vez,
por última vez
y verlas bien.

Pequeños dioses

Tengo pequeños dioses
que han sido duros con la vida
y regresado de la muerte
y el tiempo
y nunca tuvieron el olvido como opción.

Todo,
lo hermoso y el dolor
parece lejano,
y ellos se mantuvieron
hasta que llegaron al otro lado del río.

Yo he abandonado todo para seguirlos,
pero las monedas
no son suficientes para llegar;
y la gente me intenta ahogar
lejos de lo que seguía,
veo la ciudad con todos los hombres
y las mujeres,
los cuerpos que van y vienen
y las sonrisas;
pero nunca consigo quedarme con ninguna
para ningún propósito,
así que voy camino a ninguna parte,
sin que me sea permitido arrancar la única inocencia
que me interesa.

Todo los demás es una continua repetición
y no hay vida,
no hay sorpresas;
quizá haya perdido,
antes de iniciar la carrera.

Así que lo único que me queda,
son las gotas de la noche,
y con algo de suerte
otro momento para continuar
sin envejecer demasiado
o dejar de escuchar.

El cuerpo de las mujeres también era nuevo

Aquellos eran otros tiempos, con colores más penetrantes y carentes de aromas; era cuando el amor era nuevo, o no existía, y se imaginaba diferente a como es ahora.

Pero parecían buenos, los tiempos, lo que prometían, las piezas que nos entregaban adelantadas y la independencia, todo aquello que se mostraba maravilloso, y los senos de las mueres que aún no eran, pero comenzaban y todo, todo, quería ser vivido.

Era divertido. Queríamos ser como otras personas, ser más populares, las fiestas y las chicas y la cerveza en vasos de plástico. Era cuando el Tú y yo tenía un buen sentido, aunque no existía el Tú, sólo el yo, pero estaba bien, porque las posibilidades eran grandes y la música, la música valía la pena; las palabras no las usábamos como ahora, pero no importaba, vivir estaba bien.

No había soledad, o no demasiada, o quizá no la concebíamos así, sólo escuchábamos a los Smashing Pumpkins, y eran buenos, en verdad eran buenos, sorprendentes como varias cosas en esos días.

Luego todo habría de cambiar, desmoronárse;
pero de eso ya he escrito, demasiado incluso;
por eso ahora me refiero a cuando las cosas eran nuevas alrededor, y la gente se disparaba con una escopeta en la boca, como antes lo había hecho Hemingway y eso, incluso, también tuvo sentido, porque de alguna manera las cosas tienen que empezar a morir para recordarlas como los tiempos en que las construcciones cayeron y las guitarras seguían y seguirán; los libros iban ganando terreno poco a poco y podías comenzar a cometer tus propios errores; tan tuyos, tan míos, tan dolidos esos amores que te arrancaban el pecho de un tirón sin consideración alguna, y estaba bien, porque el cuerpo de las mujeres también era nuevo y lo recorrías como conduciendo ese automóvil sin saber hacer bien los cambios y los gemidos eran tan claros que rompían el aire, y eso, bueno, eso tuvo sentido.

Las amistades y los sabores, los primeros cigarros tenían sentido y desde entonces yo quería levantar al país en armas, o bien encontrar un lugar entre ruptura y ruptura y, fue tanto, que me quedé en medio de cada relación sin poder lograr algo; hasta ahora, que vivo en el espacio que da una noche antes de ser día.

Pelear estaba bien
conocer estaba bien
asombrarse era lo correcto
y cambiar cada par de minutos,
todo ello,
caminar por las calles
caminar con fuerza
desperdiciar oportunidades,
qué maravilla desperdiciarlas,
y qué lástima fue sobrevivir a todos esos tiempos,
ahora que no somos ni revolucionarios, y
terminamos
siendo camioneros,
jefes de la policia,
o dentistas;
y no nos estrellamos lo suficiente,
y seguimos vivos
y
dentro de poco
comenzaremos a morir todos
de manera natural,
sin mucho asombro,
todos,
hasta que quede sólo uno de nosotros y,
a ese alguien,
nadie lo entierre;
pero antes, claro, hubo buenos tiempos, cuando Dios nos habló
y nos dijo –Shhh, no hay nada que decir,
y nosotros, sólo estuvimos allí,
haciendo un buen ridículo de vida,
que ahora extrañamos tanto.

Así era todo aquello

Y así era
todo aquello,
lleno de momentos que no eran claros,
de cartas a responder sólo a medias,
de noches frías,
pero no tanto,
y miradas que se desviaban,
pero a veces se encontraban.

Todo aquello estaba lleno de recuerdos,
y a la mitad de mi vida
las cosas que habían pasado
tenían tanta importancia
como las que apenas ocurrían.

Todo lo teníamos resuelto
pero nada era cierto,
y eso daba miedo;
regresar al lodo aquel
del que no estábamos orgullosos
y en el que habíamos estado tanto tiempo,
en silencio
hasta el amanecer.

Eso,
el silencio,
era la única
cosa dulce
que nos daba todo.

Y yo intentaba comenzar de nuevo
con personas que no querían hacerlo;
hacer algo
con todo lo que tenía,
que quizá era muy poco
y no bastaba.

Así que aquellas noches
con aquella chica,
con aquella sonrisa,
y con aquellas grandes pestañas,
eran un respiro
antes de despertar
y comenzar de nuevo.

Entonces me levantaba
y veía el escritorio
con todas las hojas
de las historias que debía terminar,
o quizá no
quizá aquellas historias eran como la mía,
inconclusa,
y esperando.

Miedo a la oscuridad

Por supuesto que hay belleza en la soledad;
la soledad no se comparte
o deja de serlo;

en los contados minutos antes que muera el día,
y nos demos por vencidos
a lo que nos supera
que es mucho:
muchas mujeres
que quieren huir.
muchas palabras
y lo que nos ha dejado atrás.

Qué podemos hacer
sino sentarnos en la noche
en el camino
en las piedras
en el frío
en la fe de que algo pase
y dejar todo a un lado
antes que termine la noche;

hay poco tiempo,
escucha un disco que sea bueno de principio a fin,
hay pocos,
pero los hay.

Escucha solo
ese disco
y el último canto del grillo
antes que muera
de frío
congelado;

a veces
sólo hay que temerle a la oscuridad
o sólo aceptarla.

Pocas cosas

Es el temor de ser olvidados;
no ser amados por alguien
ser ignorados por quien vale la pena:
nalgas
tetas
piernas y corazón

Es díficil aceptar
que las mejores cosas
las encuentras estando ebrio.

La gente se emborracha sin ninguna razón
y algunos lo hacemos
para encontrarnos a nosotros
y encontrar a los demás.

Hay tristeza en el borde de la locura,
antes que acabe la noche
sosteniendo el duro vidrio
de un vaso vacío.

Es el temor de que nada de lo que dices
valga el tiempo
y ya te encuentres perdido
sin fantasías que realizar.

A veces,
no hay nada más que escribir.

Al norte de la desesperanza

Tomo el vaso que ya casi vacío,
y lo veo,
y el aire lleva sonidos distantes.

Pienso en lo que puede pasar;
pero ahora son escombros,
y lo que puede ser está lejos
y no me sabe,
ni me piensa,
porque es perfecta,
y en sus preguntas,
no puede estar un hombre
que bebe por la noche
mientras ella
extraña un lugar al norte de la desesperanza.

Tomo el vaso
y pienso
que quizá suceda,
o no,
o nos gusta estar solos
o no tenemos otro remedio.