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Los escritos de Fernando Benavides

Etiqueta: Luis Fernando Benavides Roldan

Brasas y Marea

Hemos dejado de ser atractivos
de la forma
que éramos.

La marea ha pasado sobre nosotros;
aunque nos pese aceptarlo
o no lo hayamos notado.

Hemos dejado atrás
los años de la fuerza,
y nos mantenemos mirando
constantemente
los atardeceres.

En los brazos ya no hay fuerza
ni el corazón corre desbocado,
pero tampoco duele la sangre
sin sentido
como solía hacerlo ayer.

No
nos miran
igual.

Creo que ahora
–al voltear–
vemos mejores personas,
y el amor
se ha vuelto un roble
y no la miel
que envenena y quema.

No quiero llegar antes
quizá porque no puedo;
ya no llegué primero,
o quizá sí
y no lo sé.

Pero hay una brasa caliente
que le ha pasado la lluvia
y ha escuchado la tormenta,
y sigue encendida
sin intensión de apagarse;

Hay una brasa,
que se niega
constantemente
a morir.

Así que tengo las tardes,
la marea sobre los hombros
y la brasa en las manos;
y la guardo en el pecho
y me baño en la tarde
y huelo la marea.

Ya no somos aquellos
que quemaron el mundo,
sino los hombres
con los brazos marcados
por el mundo derrumbado.

Ya no somos
la piel
ni somos atractivos;
somos
ahora
lo que queda de la belleza,
y somos eternos.

Desierto

Las paredes gotean vacío
y muy a mi pesar
no ocurrre nada alrededor,
y el mundo no se rinde ante la sinceridad.

Las cosas no ocurren
ni de una forma
u otra,
y los años se acumulan
pesados y nublados.

Cargo sobre la espalda
los dias no logrados,
los abandonos,
los sueños podridos,
las palabras encadenadas.

El miedo despierta conmigo,
el sueño a veces regresa,
los muertos dejan de hablar
y las montañas de mi sangre
se desmoronan donde no deben caer.

Entre más seguro estoy
del lugar al que debo seguir
más perdido me encuentro.

ahora soy
todos los dias que no me levanté,
y gasto mis palabras
en sobrevivir;
alejado de la inmortalidad
y los oidos de Dios.

En realidad somos
lo que no planeamos,
y estamos
donde nunca quisimos estar.

Quizá más adelante
haya sentido
a la desesperación
y a todas las preguntas.

O quizá
sólo se acaben los días
como un río
que finalmente se encuentra con el desierto.

Lejos

En la noche me pongo a cazar recuerdos,
y me encuentro solo
en la inmensidad de los muertos.

Estoy condenado
a la desaparición de mi tranquilidad,
y el descanzo
es algo que comienzo a olvidar.

Estoy buscando el silencio,
y nada me acerca a él;
estoy ahogando
la madrugada en mi bebida.

Es imposible dormir
cuando el tiempo se acaba,
y se hace tarde por vivir.

En ocasiones
la soledad se siente en el pecho
y la desesperación llega en forma de calma,
y te ata a su suerte.

Un tranquilo río merecido

Ella era un pequeño río,
delicado,
que se deshacía cada noche,
en cada baile lento,
con cada canción correcta.

Era liviana y sencilla,
con la mirada tranquila,
y era todo para mi
en el momento que yo era todo para ella
mientras caían relámpagos lejos,
y los truenos eran otra melodía
diferente a la que sonaba en la sala
junto a la máquina de escribir,
el whisky,
y la luz amarilla
–tan pequeña–
que apenas alcanzaba a iluminar
esos momentos
tan grandes
y tan íntimos.

Después ella se alejaba y yo volvía a escribir,
y la música seguía siendo la correcta;
todo en ese momento era perfecto,
entre tanto desastre que había sido la vida de todos.

Yo era para ella
y ella era para mis recuerdos;
sabíamos que teníamos en las manos
un pedazo de su tranquilo río,
su elegante sonido;
ella tenía mis letras,
que son pocas,
pero es lo único que tengo,
y es lo más sincero que puede dar un hombre
que ha sido escupido
en todas sus buenas intenciones.

A veces
dos personas
simplemente se encuentran,
y simplemente lo merecen.

Resistiendo

Afuera los árboles se mecen
y es de noche,
y todos están esperando a que algo ocurra:
el día
y el fin de la madrugada,
o la cama con una mujer desnuda,
que se aleje el recuerdo
y los muertos se vayan
lejos
para ser recordados como se debe.

Las piernas y las caderas que no habrán de ser tocadas de nuevo,
los años lejanos,
y las risas que se escaparon.

Nos hemos olvidado,
todos,
unos a otros
de manera brusca,
ciertamente grosera,
ciertamente injusta.

La tranquilidad llega
con el whisky de las 3 de la mañana
y el frío es tenúe;
ya no estamos caminando en un poblado alejado
esperando algo de sol
para no desesperar
mientras la gente sale
y se abren los caminos
que llevan
al agua cristalina
que siempre habrá de estar para ti.

El dolor
y los años
se habrán de llevar a muchos,
mientras,
algunos otros
estaremos aquí,
resistiendo.

Tiene que

Tiene que despertarte a las 3 de la mañana
sin que puedas volver a encontrar el sueño;
tiene que mantenerte preocupado
y vivo,
alejado de lo que todo mundo hace
ahí,
afuera.

Tiene que hacerte enojar
y rugir
y te tiene que dar frío en la espalda,
y el corazón tiene que
arder un poco
cada vez más.

Si no has encontrado la respuesta,
está bien;
está muy bien.

Si has encontrado la respuesta
rapidamente,
entonces avanza
cada madrugada,
y la siguiente,
y la siguiente a esa,
cuando está lloviendo,
y cuando deja de llover.

Los hombres que han escrito,
y pensado,
y los que han amado,
lo han hecho hasta que la desesperación los envuelve,
y no tienen calma;
la calma no es buena siempre,
la calma sólo llega
cuando intentaste
5
o 35 veces amar
y cuando escapaste
5
o 35 veces,
y sigues haciéndolo.

Debes tener algo
que mantenga
la braza
lista para prender fuego
dentro de ti
en cualquier momento,
y debes estar preocupado
y desesperado,
y en constante búsqueda de la respuesta;
si esa respuesta no llega,
mejor;
pero nunca,
dejes de buscar eso
que te despertará
a las 3 de la mañana
cada día
hasta el final de tu vida.

No hay mujer decente

No hay mujer bonita decente,
no la hay;
ni tampoco
mujer desaliñada decente,
no la hay;
sencillamente
no hay mujer decente,
es cuestión de enfocar bien,
encontrar el ángulo
y ahí estará
su crueldad,
la naturaleza salvaje
y cierta maldad.

Y no hay
caballero alguno
dentro del hombre,
sólo hay
hipocresía
y conveniencia.

Supongo que nos merecemos
unos a otros.

Un viejo que dejó todo

Solía estar
por una y otra causa en las delegaciones,
con presos,
ladrones,
estafadores,
violadores
y muertos.

Llegaban siempre,
todos,
incluso los muertos,
por diferentes causas:
por bala,
cuchillo,
accidentes
y algunos eran comidos por las ratas
antes que la policia
llegara por ellos.

Un día llevaron a un señor
de edad avanzada
que había sido atropellado,
y hasta ahí había llegado su vida,
y su vida de pobreza.

Por la noche llegó una anciana
a reconocer el cuerpo.
–Si, dijo –es mi esposo.

La anciana tenía la miseria en las manos trabajadas
y la tristeza en el rostro,
quizá algo de angustia,
pero con el semblante lleno de arrugas,
no se veían
todas las emociones.

Cuando le dieron las pertenencias de su marido
le entregaron unas llaves,
una revista,
algunas monedas y
400 pesos en billetes arrugados;
más dinero
del que ella había visto
en mucho tiempo.

El viejo murió
dejando todo.

Pequeño pájaro muerto

Hay un pequeño pájaro muerto
en el parque
que no puede terminar de pudrirse.

La lluvia
no deja que los gusanos se hagan
del cuerpo aquel,
así que está sobre el pasto
con las plumas negras mojadas
y la piel húmeda.

Cada mañana
cuando camino por aquel lugar,
veo que no han recogido al pájaro muerto;
lo han olvidado;
y parece un poco vivo
bajo el brillo de la lluvia.

Supongo que no hay forma
en la que se puede descansar completamente,
y a veces volar
no es para todos.

La soledad del sexo

Estás en cama
y estás solo
con algunos buenos recuerdos,
o estás acompañado
y estás solo
creando algunos buenos recuerdos.

Cada noche cuenta,
cada abrazo,
cada duda,
cada abandono
y cada olvido.

Cuentan las horas en las que tarda la mañana
y las noches completas en medio del silencio
y las diez o doce cascadas de placer
del primer encuentro.

A veces,
cuando estás roto por dentro,
no puedes construir
decentemente
un día más.

A veces
uno no puede controlar
cuando funcionan bien ciertos cuerpos juntos,
y a veces
te das cuenta
que el sexo está lleno de soledad.