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Los escritos de Fernando Benavides

Etiqueta: personas

Recordaré

Algún día recordaré estos días, y entonces estos días no tendrán final.

Algún día recordaré estar buscando a alguien, a algo, o un lugar, y recordaré la cerveza y los días en que no tenía dinero para comprar una, o cuando bebí solo (la mayor parte de las veces).

Siempre he querido escribir sobre las piernas de una mujer y subir por su espalda, pero eso no ha ocurrido ni ocurrirá, y seguiré escribiendo sobre eso también.

Llegará el momento en que me canse de andar, será casi al final del camino, con piedras sobre los hombros y andando con papeles arrugados en las bolsas de un saco, sabré que es el lugar que he buscado, aunque muera antes de llegar.

No encontraré nunca, por eso habré de llegar más allá de la plataforma de lanzamiento, sin lograr encontrar.

Aquí nunca termina de oscurecer, ni llega el día; no se va el frío y el calor quema, aquí no hay arena en las calles, ni suficiente consuelo.

Nunca encontraré a la mujer morena que me habrá de entender, ni a la rubia que tanto desee. En este camino no hay más que malas decisiones y una constante melancolía que se va con el atardecer, los jueves por la tarde, sin regresar ni responder.

Me parece que se extraña a quien se quiere, y yo he querido a tantas personas, que todas se han ido.

A mi lado no hay miradas, no hay palabras, no hay nadie que secunde, ni ánimos que entienda.

Algún día recordaré estar caminando en la sala de un pequeño departamento; y cuando me enamoré de la primera mujer que me abandonó, o quizá era la segunda. Recordaré el sonido de la regadera sobre los hombros de aquella chica que me acompañó a defraudarme; recordaré ver dormir sin dormir.

Me vendrán a la mente los momentos de soledad, que son los únicos sinceros, y tendré que aferrarme a ellos y volver a sentir una desesperación como ésta.

Aquí no hay nadie, ni las personas se quedan, tampoco quieres que se quede quien te haga feliz, porque hemos quienes nacemos para estar solos y solos nos debemos quedar.

Por el camino

Estábamos en el automóvil, era un automóvil viejo, lleno de polvo;
íbamos sobre un camino terroso,
nos deteníamos de vez en cuando para cargar gasolina y beber una cerveza,
era entonces cuando las corcholatas estaban en el piso;
recuerdo las corcholatas.

Sin muchas palabras,
no hablar era parte de la conversación,
Jessica estaba a mi lado.
Yo era un monstruo y Jessica tenía esos enormes ojos de tristeza,
luego su sonrisa asomaba al mismo tiempo,
era toda ella una contradicción,
por eso estábamos juntos
y por eso no me dejaba.

El sol daba,
daba en el camino,
el sudor en ese momento era necesario y la sombra era apenas,
revisábamos la gasolina cada tanto, creíamos poder llegar a cualquier lado,
sabíamos que nada estaba escrito.

Más adelante el camino era franco desierto.
Me detuve en medio de la carretera: no había nada.
Le pedí a Jessica que tocara el violín, siempre cargaba con su Cremona,
copia de un Stradivarius 1872;
se sentó en el capo y comenzó a tocar,
yo también me senté recargándome en la llanta y comencé a escribir.

Uno cree que no

Uno cree que no le sucederán muchas cosas,
cree que las cosas no sucederán,
o que no dejarán de suceder.
Uno cree en lo que va a pasar en un par de horas,
y en una cama segura;
pero no es así cuando debes el alquiler,
o has escapado de tu casa a los 16.

Uno cree que la gente es buena,
y en algún momento cree que toda la gente es mala;
crees que nunca recibirás llamadas de llanto a las 3 am
o que nunca se doblará tu cuerpo,
uno cree que no,
que nunca perderás una pelea,
o que nunca estallarás en violencia;
que nunca te arrepentirás.
Uno siempre se arrepiente.
Uno cree que nunca irás
voluntariamente
a que el dentista te ponga una paliza
rompiéndote las muelas
y que pagues por ello.

Uno cree que nunca va a sentir dolor,
ni que te partirán el corazón;
pero sentirás dolor a manos llenas,
y te partirán el corazón sin descanso,
y recibirás una carta del primer amor a los 15,
diciendo que no te quiere amar más,
o que nunca te amó,
y ciertamente llorarás.
Uno cree que nunca va a llorar por alguien,
que nunca harás llorar a una mujer,
somos ilusos,
y estamos equivocados.

Uno cree que nunca se va a levantar pensando en alguien,
ni desearás labios,
piernas y miradas,
que no lo harás una vez más,
ni que David Bowie morirá,
pero ya tiene 67.

Uno cree que siempre habrá comida en el refrigerador,
pero una mañana te levantas y no has comido en dos días,
y un hombre perdido busca llegar a la costa,
y te lo encuentras,
aunque no creías que te lo ibas a encontrar.
Uno no cree que se tragará el orgullo una y otra vez,
y dices Esta será la última,
en verdad lo crees,
crees que no pasarás frío,
que no volverás a amar,
que no harás sufrir a alguien mas;
pero tendrás frío en la espalda y en tu pecho;
volverás a hacer sufrir a alguien,
volverás a amar encontrando una fuerza violenta
que no conocías,
y esa persona te quitará el frío que sentirás en enero,
y créeme,
volverás a hacer sufrir a alguien,
a alguien que no lo merece,
pero no te preocupes,
también sufrirás por alguien,
y la mañana llegará,
aunque no creas que eso pasará.

Para mi madre

Hoy cumple años mi madre,
a la que todo le debo:
las noches y los días,
causante de mi primer llanto
causante de mi primera alegría.

Hoy cumple años;
por primera vez en nuestras vidas,
tendrá el doble de edad de la mía,
y la sigo viendo tan noble como el primer día;
sombra de mi agobio,
aliento de mis sueños,
cobijo de mi frío,
voz de mi vida.

Nunca la he visto cansada estando cansada,
ni desfallecer en la caída,
no la he visto doblar en la tempestad,
ni dudar ante el ominoso destino
cruel y desesperado.

En un tiempo fue la espada que abrió nuestro camino,
hoy mi madre es de mármol,
y es de seda,
es de carne,
es mas bella.

Tiene tres hijos,
que hacen lo que pueden,
los tres la buscan pidiendo consuelo,
y ella se deshace y nos hace.
Es nuestra mujer de mármol,
la que amamos tanto,
la que paciente nos espera,
la que sabe lo que dice,
la que siempre nos observa.

No habrá mujer mas hermosa,
ni palabras mas tiernas
ni regaños mas certeros,
ni mirada mas serena.

Hoy cumple años el todo para nosotros,
y la sigo viendo sonreír,
como hace en cada amanecer,
como hace en cada atardecer,
cuando guarda silencio,
y pasa otro día.

Es de seda,
es de mármol,
es mi madre.

Sin conocer al sol

Ignoro si el sol sea el mismo año tras año,
o le cambie el caracter conforme a la vejez,
la temperatura;
y sería tonto preguntarle,
pararse en medio del jardín y preguntarle
mientras los camiones pasan por la calle
llevando a unas personas y trayendo a otras.

Pero bajo él
pasa el tiempo:
ya no vivo en el mismo lugar,
ni hay una mujer tranquila en mi cama,
el frío parece ser distinto,
aunque tal vez sea igual.

Parece obligado un recuento a fin de año,
o en marzo u octubre;
toda la gente lo hace,
y en ocasiones no tiene sentido,
pero sigo siendo gente (o intento),
así que voy por la calle,
con las manos en los bolsillos,
hace frío,
y la hierva de un baldío se mueve
por algunas ratas que parecen pelear
por un pedazo de pan;
el transporte cada vez es más caro,
la gente tiene rostro de tristeza,
aunque algunas llevan regalos para el árbol,
otras van tomadas de la mano
y algún borracho vomita en el andén,
hacemos como si no existiera,
aunque él hombre exista y nos incomode,
y no lo pueda olvidar el resto del camino.
Quizá así seamos algunos,
y quieran olvidarnos
pero no lo logren
y les incomodemos.
Todos incomodamos a alguien.

Ignoro si el sol cambia de humor
o si es el mismo,
ignoro si calienta igual a todos,
o si para algunos es inalcanzable;
en Helsinki es inalcanzable,
pero parecen ser felices
y el mundo es grande
y millones de personas pisan la tierra,
pero muchos nos encontramos solos,
viendo a los que llevan regalos,
los que toman un avión,
los que han encontrado el amor,
los que buscan tras el trigo,
como nosotros hacemos cada día,
tras la puerta de la pequeña casa,
tras la puerta de la gran casa en Satélite,
bajo la almohada por si hay una carta de despedida,
pero no la hay,
y miramos al techo,
vemos figuras y las figuras se despiden,
y yo ignoro si el sol sea el mismo año tras año.

Malos sustitutos

Las sábanas como mal sustituto de tus brazos,
mi silencio como pésimo sustituto de tu silencio,
las esquinas vacías,
los despertares tranquilos,
el mar que se quedará esperando.

El aire frío que insistente no embatirémos,
y los ensueños no se compartirán formando un puente sobre nuestras cabezas.

Los brazos,
los pies torpes buscan sin respuesta.
Este aire es mucho para mi.

La libertad no es mas que una gran soledad,
y la noche un recuerdo que no termina de pasar.

Si crees, como yo…

Hay noches, como está, en la que uno se asemeja a la abeja que ha picado, sentenciada a muerte. Uno muere muchas veces.

Pero si tú, como yo, te has dado cuenta esta noche que el mundo se vino abajo, que hay pilares a tus píes, que ya no tienes qué levantar porque todo está al suelo;
si tú como yo buscas una puerta y no tienes más que el cielo a tu cabeza y no hay otro techo,
si como yo te das cuenta que has regresado al principio, con un par de años más, y tus huesos duelen, duele tu pisada,
si crees, como yo creí, que todo era una mentira, entonces no has visto toda la batalla,
ni te has acostado sobre tus tripas, con las mismas que sentiste desesperación al momento de la caída.

Si crees que nada valió la pena porque al final no te quedaste con la chica, o el chico,
entonces no te lo merecías.
Si vas a despreciar el día porque en la noche se desprenden mejor tus confesiones,
entonces no encontrarás otras piedras para tropezar, o levantar.
Si te apenas por ti,
entonces mereces sólo pena.

Si cuando volteas la cabeza te das cuenta que fuiste a cada esquina por la oportunidad de lograr algo,
si volteaste y te abofetearon, si aceptaste tu parte de la culpa,
si te metiste en una cueva oscura o encontraste en tu camino el mar furioso,
si te quedaste callado y por las noches diste todo,
si peleaste como el último desgraciado,
o acudiste por tu mujer, por tu hombre, en cada estampida desbocada,
si la rescataste y le curaste las heridas,
si la llevaste al sol y le diste a beber de tu alcohol y de tu sangre,
si fuiste abrigo y te dejaste cobijar,
si hiciste todo eso o eso apenas fue el principio, entonces puedes estar tranquilo,
la pelea fue justa y empezarás otra,
y después vendrán muchas más,
y morirás sin comprender una gran cantidad de cosas,
y no sabrás por qué acabó tu oportunidad con la mujer que acabas de perder,
pero igual no entenderás por qué estás en tu último año de vida a los treinta, o a los cien años,
pero estarás tranquilo porque diste todo,
y te quedaste con ese sentir,
que fuiste amante y boxeador, uno bueno,
que fuiste granjero y un bastardo, uno bueno también,
y entenderás que no vas a ser el mejor, pero seguirás siendo tú,
y podrás bajar el vuelo tranquilo, que el viento seguirá soplando.

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Después de dos años

Hoy, después de dos años, le di su libertad y me dio la mía, no es que haya querido mi libertad; en parte sí, en parte extrañaba muchas cosas, pero también, antes, cuando era libre, quería tener un hogar y unos brazos, con ella los tuve y los amé, como nunca y de la manera que no sabía era posible. Los días llegaron, uno a uno, hasta formar dos años completos, entre esos dos años pasaron tantas cosas que no podría decirlas y otras no debería, por mutuo respeto y tratos de caballerosidad medieval, cosas hermosas. Al final nos comprendimos, llegamos a los acuerdos necesarios.

Veo el momento, esta libertad, como estar de nuevo a la deriva, como ver los antebrazos del viento tocar el desierto, invitándome a que suba por ellos hasta el cuello del cielo y desde ahí, ver qué hay más allá de las casas erosionadas y los oasis imaginados.

Tengo tanta nostalgia como esperanza, conocí a la persona más profunda de mi mundo y se quedará eternamente conmigo, escribiré en el futuro sobre ella y nadie la podrá tocar, ¡aléjense! ella es sagrada. Encontraré caminos en nuestro pasado, me regocijaré en los recuerdos de su sonrisa, no habrá límite para las palabras que le dedicaré ni para las lágrimas que necesiten desbordar de aquellos ríos nuestros que constantemente recorreremos, y podré decir para siempre que tuve un para siempre.

Todos vamos hasta donde nos permitimos, y a veces, estar el resto de la vida con alguien, significa no estar juntos.

Supongo que eso debe ser amar, estar con una persona para que te enseñe y enseñar, subsanar errores, crecer, ser más y, llegado el momento, soltar; encontrar orgullo en ello, saber que se hizo todo y ello es correcto, tener la confianza en que uno ha sembrado algo bueno, así como ella sembró tanto en mi, que eso se queda, se mantiene, que será por todos mis años.

Pasaron dos años, todo cambió en ese momento, las amistades, los lugares, los libros, mis sentimientos y mis letras, nacieron mil palabras nuevas, se sembraron campos de días, se resistieron todas las tormentas y llegamos al final a salvo, para que, al salir el sol, pudiéramos acompañarnos en nuestro primer paso, caminar uno y el otro, por el propio píe, a nuestros caminos, paralelos, y compartidos.

Gracias Ari.

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Personas

Las personas conocen personas, o se ayudan a hacerlo, cumpliendo así el requisito básico de la sociedad.

Se conocen, se hablan y se tratan, se tratan de comprender, aunque pocas veces lo logran, quizá nunca lo hagan.

Se pelean, se arrojan bombas, se destruyen y se aman, todo en el interior de una casa.

Las personas conocen personas y mueren, si no acompañados, sí juntos; y vuelven a conocerse otras personas, en el entierro o en el hospital, en la sala de parto o en la defunción.

-Lo siento a muerto.
-No lo vas a creer, lo conocí en el velorio.

Y se mantienen juntos, los muertos con los muertos, los vivos con los vivos, los vivos con los muertos. Escapando y rehuyendo a estar solos, porque solos no nos recordamos; una pena.

Aunque, de pronto, hemos quienes observamos, y vemos personas conocerse y tener hijos, juntarlos con otros hijos y hacer fiestas de tres años, otros más se conocen en la escuela. Pero la mayoría no conocerá al resto, se conformará con las personas que conoce y creerá que son suficientes, y todos así conoceremos y observaremos que, más que amar y odiar, venimos a este mundo a conocer.

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Hombre vacío

Soy un hombre vacío de nuevo;
incapaz de retener cualquier momento preciado que disfrutaba,
sin garras ni caricias,
no tengo nada,
soy un hombre vacío de nuevo.

Soy de nada, oculto y temeroso,
soy de la vacuidad, de la soledad.

Soy un hombre vacío de nuevo,
no tengo siquiera intenciones,
el fuego se apaga,
me retuerzo en la cenizas de mis mejores momentos,
en lo casi logrado,
en mi perdida valiosa.

Soy un hombre vacío,
vivo por vivir,
camino sin tener rumbo,
siento sólo el aire,
no hay nada más que sentir.

No me quejo de no tener,
tuve y dejé ir,
soy un hombre vacío que sigue su camino.