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Los escritos de Fernando Benavides

Etiqueta: Soledad

Desierto

Las paredes gotean vacío
y muy a mi pesar
no ocurrre nada alrededor,
y el mundo no se rinde ante la sinceridad.

Las cosas no ocurren
ni de una forma
u otra,
y los años se acumulan
pesados y nublados.

Cargo sobre la espalda
los dias no logrados,
los abandonos,
los sueños podridos,
las palabras encadenadas.

El miedo despierta conmigo,
el sueño a veces regresa,
los muertos dejan de hablar
y las montañas de mi sangre
se desmoronan donde no deben caer.

Entre más seguro estoy
del lugar al que debo seguir
más perdido me encuentro.

ahora soy
todos los dias que no me levanté,
y gasto mis palabras
en sobrevivir;
alejado de la inmortalidad
y los oidos de Dios.

En realidad somos
lo que no planeamos,
y estamos
donde nunca quisimos estar.

Quizá más adelante
haya sentido
a la desesperación
y a todas las preguntas.

O quizá
sólo se acaben los días
como un río
que finalmente se encuentra con el desierto.

Lejos

En la noche me pongo a cazar recuerdos,
y me encuentro solo
en la inmensidad de los muertos.

Estoy condenado
a la desaparición de mi tranquilidad,
y el descanzo
es algo que comienzo a olvidar.

Estoy buscando el silencio,
y nada me acerca a él;
estoy ahogando
la madrugada en mi bebida.

Es imposible dormir
cuando el tiempo se acaba,
y se hace tarde por vivir.

En ocasiones
la soledad se siente en el pecho
y la desesperación llega en forma de calma,
y te ata a su suerte.

Resistiendo

Afuera los árboles se mecen
y es de noche,
y todos están esperando a que algo ocurra:
el día
y el fin de la madrugada,
o la cama con una mujer desnuda,
que se aleje el recuerdo
y los muertos se vayan
lejos
para ser recordados como se debe.

Las piernas y las caderas que no habrán de ser tocadas de nuevo,
los años lejanos,
y las risas que se escaparon.

Nos hemos olvidado,
todos,
unos a otros
de manera brusca,
ciertamente grosera,
ciertamente injusta.

La tranquilidad llega
con el whisky de las 3 de la mañana
y el frío es tenúe;
ya no estamos caminando en un poblado alejado
esperando algo de sol
para no desesperar
mientras la gente sale
y se abren los caminos
que llevan
al agua cristalina
que siempre habrá de estar para ti.

El dolor
y los años
se habrán de llevar a muchos,
mientras,
algunos otros
estaremos aquí,
resistiendo.

La soledad del sexo

Estás en cama
y estás solo
con algunos buenos recuerdos,
o estás acompañado
y estás solo
creando algunos buenos recuerdos.

Cada noche cuenta,
cada abrazo,
cada duda,
cada abandono
y cada olvido.

Cuentan las horas en las que tarda la mañana
y las noches completas en medio del silencio
y las diez o doce cascadas de placer
del primer encuentro.

A veces,
cuando estás roto por dentro,
no puedes construir
decentemente
un día más.

A veces
uno no puede controlar
cuando funcionan bien ciertos cuerpos juntos,
y a veces
te das cuenta
que el sexo está lleno de soledad.

Las mujeres siempre usan la navaja

He tenido fiestas que terminan en tragedia,
a veces
las tragedias aparecen como personales,
o tragedias para todos;
algunas veces casi ha muerto alguien
y otras lo ha hecho;
algunas veces casi ha muerto una parte de mi
y otras lo ha hecho.

He tenido fiestas,
la mayoría,
en las que me detengo al centro
y no sé qué estoy haciendo allí,
y encuentro que ese lugar
no es mi lugar.

He caminado en las madrugadas
y muchas veces las chicas me han dejado
para irse en ese momento
con algún hombre
o con alguna otra mujer,
y piensan que haciendo eso
reúnen fuerza
y los hace mejores.
No los hace mejores.

Esas son el tipo de cosas
que me oprimen en la noche
y me hacen servir un whisky
y lo saboreo
mientras saboreo la derrota.

Entonces dejo el amor propio,
el orgullo,
y los buenos momentos
que siempre son fugaces,
y escribo
y acepto que me han hecho trizas
las mujeres que mas he amado;
justo ellas,
las que he cuidado
y he mantenido
cerca del corazón
y les he dado la navaja
que terminan usando
tarde o temprano.

Después del abandono,
después de haberlas visto
besando a alguien,
recuerdo su espalda
mientras la oscuridad las abraza,
y el aliento se va,
y ellas ganan;
luego comienza a quemar algo dentro
y sé que todo terminó
y en casa me esperará la noche,
y el whisky,
y ese momento
tan derrotado
es solo mio
y siempre lo será.

Derrotado

Yo estaba derrotado
con todo el futuro delante de mis ojos;
lo que siempre había esperado,
por lo que había llegado
hasta aquí
después de tantos años;
al fin el mundo se hincaba a mis pies
y yo estaba derrotado.

Los cementerios se habían llevado a algunos amigos
con los que ya no contaba,
y el amor
se había llevado lo demás.

El aire era cálido
y los árboles comenzaban a ser verdes de nuevo,
los colibríes no cumplían un sólo deseo
hace más de un siglo,
y las mujeres seguían abandonando
a los hombres que tienen
locura
y nada más.

Salvaje

Estando en la mañana
después de beber 4, 5 cervezas ayer;
y ahora las hojas de los árboles
están cálidas
después de noches frías
y algunas peleas
con una mujer.

Nunca vale la pena pelear
cuando puedes estar solo;
hay gente que no puede;
pero si te soportas,
si prefieres la buena soledad,
si no quieres compartir tu música,
y haces todo tuyo,
y las bendiciones son
el sonido de las ramas mecerse
y sólo tú las escuchas,
si encuentras mejores caminos equivocándote;
entonces manténte solo
como perro salvaje herido
recuperándose en los rayos del sol,
viviendo de nuevo
hermosamente solo.

La soledad nunca es mala,
es lo único que nos llevaremos,
al lugar donde vayamos
cuando hayamos vivido lo suficiente.

Estamos

Todos los hombres estamos solos,
caminando,
evitando pensar en ello,
y evitando ser tomados por
mujeres,
hijos,
trabajos.

Lo olvidamos
y nos entregamos al matadero,
sin memoria,
para que nos arranquen
las viceras
y siembren lo que queda de nosotros
en un campo,
igualmente solo.

Agarra a un hombre

Agarra a un hombre
en su peor momento;
sin dinero
sin esperanza
sin Dios.

Agárralo mientras cae
y lleva la camisa sucia
y todas las mujeres
le han dicho que no.

Un hombre que llega al cuarto,
si es que lo tiene,
y guarda
unos cuantos libros poderosos,
escritos con líneas de acero
y perdición;
que los lee
y empieza a volverse loco.

Agarra a un hombre
con poca fe,
que ha estado a punto de morir
varias veces.

Agarra a un hombre
que tiene los días contados,
que haya olvidado
lo que es tenerlo todo
y no le importe perderlo,
si lo vuelve a tener.

Agarra a ese hombre
y hazle una caricia
y dale de comer un sólo día;
porque ese hombre
nunca lo olvidará,
y se levantará
como la llama escondida
al centro de la madera
que hace arder el bosque.
Romperá cristales
y romperá el agua en su interior
por ti;
y conocerán
los puentes del mundo;
y se hará fuerte,
como sólo puede serlo
alguien que casi ha muerto,
casi.

Agarra a un hombre
que haya sido derrotado
por la causa más estúpida,
o por la tarea más grande.
Agarra a ese hombre,
y dale un pedazo de carne
para volverlo a levantar.

Y, mujer, créeme:
ese hombre encontrará a su dios
en ti,
y apenas recordarás
lo derrotado
que había llegado a estar.

Todo el arrepentimiento

Para los que están afuera,
todos,
esperando,
en las pequeñas prisiones
que son las relaciones
en las que caemos sin quererlo.
Todos somos esclavos.

Para los que saltan y se golpean
el hombro,
los talones,
los que tenemos el labio roto
y escuchamos una canción
una y otra vez.

Esto es para que sepamos
que vamos a morir,
todos,
desesperados,
pero no tan separados,
sólo que no lo sabremos a tiempo.

Para los que han escapado
y los que aún tenemos
un par de pendientes,
de grilletes,
de whiskys en fila;
para los que vamos a estar con los brazos forzados,
encadenados a la pared de un sanatorio,
esperando que nos prendan un cigarro
y lo pongan en nuestra boca,
una calada,
o dos,
descansar.

Los que necesitamos ayuda,
los que hacemos esto,
(lo que sea)
diario
lo mejor que podemos;
los que aún recordamos el primer plan,
el de ser revolucionarios
o al menos creer que lo somos.

Esto es para los que nos hemos olvidado,
unos a otros,
y no nos hemos felicitado por ello.

Por nosotros que hemos abandonado tanto
y a tantos,
y nadie nos lo ha reconocido,
porque hay que ser más valientes para abandonar el amor,
que para quedarse en él.

Esto es para que sepamos
que aún tenemos tiempo
para cometer más errores,
antes de comenzar a pensar
siquiera
en el arrepentimiento.